Las remesas de los inmigrantes se disparan un 30%
14/08/2007
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Un 0,7% del PIB sale de España en forma de remesas. Las transferencias superarán este año los 7.000 millones de euros, una cuantía que cuadruplica la Ayuda Oficial al Desarrollo presupuestada por el Ministerio de Exteriores.
España ha pasado de ser el sexto receptor mundial de remesas a copar la segunda posición en volumen de envíos, tan sólo superada por Estados Unidos. El boom migratorio ha dado la vuelta en poco menos de cinco años a un fenómeno que, moneda a moneda, sumó 6.807 millones de euros en 2006. Un 0,7% del PIB se fuga al exterior en forma de remesa.
Su rápido crecimiento –se han duplicado desde 2003– se ha convertido ya en un determinante más del agujero por cuenta corriente de la economía española. En 2006, las remesas representaron un 8% del déficit, siete décimas más que el año anterior. Su aportación negativa va en aumento, ya que sólo entre enero y abril, el volumen de remesas se ha disparado un 32%, según datos del Banco de España.
De este modo, el papel de las remesas en el saldo de la balanza por cuenta corriente ha dado un vuelco. En décadas anteriores, España tuvo en las remesas una de las bases para equilibrar el agujero exterior, gracias a las transferencias que recibía de los casi tres millones de ciudadanos que residen fuera. La llegada de 4,5 millones de inmigrantes ha neutralizado este efecto. Desde hace tres años, España es un emisor neto de remesas. Una mala noticia para un profundo déficit corriente que roza ya el 10% del PIB.
Estas cifras negativas contrastan con otras. Los inmigrantes ahorran dinero para enviar a sus familias, pero también generan un consumo anual de 35.000 millones de euros y explican la mitad de la expansión del PIB, según datos de la Oficina Económica de La Moncloa. Aunque, del mismo modo, su entrada en el mercado laboral en sectores de mano de obra intensiva ha generado una importante contención de los salarios y lastrado la productividad.
Moneda a moneda, el dinero que sale de España da sustento básico a ocho millones de sudamericanos y sólo en Bolivia, por ejemplo, representa ya un 8,5% de la economía. Las remesas son para los países en vías de desarrollo la cara amable de la emigración, un fenómeno con costes sociales y económicos para los Estados que los padecen, que exportan parte de su mejor capital humano.
Mientras que para los países remesadores suponen una potente vía de ayuda al exterior. Sólo las divisas transferidas a América Latina –destino del 70% del total– en los últimos tres años sobrepasaron los flujos de Inversión Extranjera Directa (IED) y Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) de España en la región. El Ministerio de Asuntos Exteriores presupuestó 1.592 millones para planes de ayuda en 2007, una cifra cuatro veces inferior a las transferencias enviadas.
Luis Molina, de la Dirección General de Asuntos Internacionales del Banco de España, argumenta que las remesas reducen la tasa de pobreza, mejoran algunos indicadores de bienestar, favorecen el mayor crecimiento de la actividad y la menor volatilidad del ciclo económico y elevan las posibilidades de inversión, ampliando los recursos internos de la economía y los externos. Sin embargo, también recuerda que, en el lado opuesto, éstas pueden generar desequilibrios en el tipo de cambio, que afectan a los sectores más abiertos a la competencia y provocan distorsiones en el aparato productivo, o lo que es peor, pueden dar lugar a una actitud rentista por parte de sus beneficiarios. En países como México, República Dominicana o El Salvador, las remesa media supera con creces al salario.
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