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Algunos lo repudian, pero otros no tienen ningún inconveniente en confesar su debilidad, y hasta cierta dependencia, por el coaching. Ninguna opción es válida: el desconocimiento de una de las herramientas más potentes de desarrollo personal en el ámbito profesional no está justificada, como tampoco lo está engancharse a ello como si fuera el elixir de la eficacia laboral. Estos procesos van encaminados al autoconocimiento a través del entrenamiento. Un coach no es un consejero, sino alguien que plantea las preguntas adecuadas para que el coachee –el profesional– descubra de qué puede ser capaz.
El ámbito deportivo está repleto de ejemplos que confirman la eficiencia de este sistema, y también multitud de películas reflejan que esta conexión personal/profesional es muy eficaz. En Million Dollar Baby, Frankie Dumm –Clint Eastwood– es el entrenador de una camarera, Maggie Fitzgerald –Hilary Swank– que quiere ser boxeadora. El filme revela cómo el aprendizaje depende tanto de la protagonista como del curtido Dumm. En el ámbito profesional no hay guantes de boxeo, pero sí un desafío: ganar en el ring profesional. Estas diez pistas te ayudarán a valorar si realmente necesitas un coach para ser mejor:
1 El 'coach' no es tu amigo
El entrenador no está ahí para para aguantar tus lamentaciones, ni siquiera pretende ser tu consejero. Para eso ya están los amigos. Un programa de coaching requiere compromiso de ambas partes para alcanzar unos objetivos concretos y en un tiempo determinado. A la 'C' del compromiso, María García, coach y socia directora de Seeliger y Conde Consultoría, suman la de la confidencialidad y la confianza, "y si no existe desafío desde el inicio, nada tiene sentido", aclara.
2 Quién es quién
Quién eres, cuáles son tus objetivos, qué pretendes conseguir con el proceso y el resultado de tu última evaluación son algunos de los aspectos que debe conocer el coach antes de la primera reunión. Esta documentación le servirá de punto de partida. También es conveniente que pidas información y referencias ante de escoger a tu entrenador.
3 Pregunta-respuesta
Si en la primera reunión observas que el que se postula como coach pretende decirte qué tienes que hacer, la mejor opción es abandonar la sala. Ese es el papel de los mentores, asesores o consultores. En un proceso de coaching te plantearán preguntas abiertas y algunas de ellas te removerán por dentro, e incluso dañarán tu amor propio. No esperes que las primeras sesiones sean un camino de rosas: a veces la imagen que ves reflejada de ti mismo en ese espejo te puede resultar ajena.
4 Empatía
La primera toma de contacto garantiza el éxito del proceso. Ambos actores tienen que encajar. Algunas veces las buenas referencias y la trayectoria de un coach de reconocido prestigio no sirven de nada para que el programa funcione. La afinidad personal es básica para la consecución de objetivos.
5 No es para siempre
Un programa de coaching tiene un principio y un fin, que suele establecerse en unos seis meses, a razón de una o dos sesiones mensuales, en función de cada caso. Si en ese período de tiempo no se han logrado los desafíos planteados al inicio, el proceso ha fracasado. Prolongarlo eternamente es algo que perjudicará tu bolsillo y tu desarrollo. Si empiezas a sentir cierta dependencia, analízalo. A lo mejor lo que necesitas es un psicólogo para reforzar la confianza en ti mismo, más que un coach que impulse tu crecimiento profesional y como persona.
6 El precio
Las tarifas son uno de los aspectos que más debate generan cuando se habla de estos programas. El precio de una sesión oscila entre los 150 y los 1.500 euros. Desconfía si el precio se dispara por encima o tiende a la baja. La cifras varían bastante en el caso del coaching grupal y de equipos.
7 Solo o acompañado
Junto con los procesos de desarrollo individual conviven aquellos que se desarrollan en grupo. Cada vez es más habitual recurrir a esta herramienta para la mejora de los comités de dirección o equipos de trabajo.
8 Sobre gustos...
No te dejes apabullar por los calificativos que definen a toda una extensa tipología de coaching. Simplemente trata de analizar en qué consiste y escoge aquel que más se ajuste a cumplir tus objetivos. Entre otros, conviven el ontológico, que desarrolla la actitud y la aptitud para generar nuevas ideas; el psicológico, para afrontar y resolver conflictos personales o profesionales; el denominado life coaching; y el deportivo, que incide en la creatividad, capacidad e iniciativa para potenciar el talento deportivo. Otro de los más típicos es el sistémico, en el que el coach sólo formula preguntas al cliente que este debe responderse a si mismo. El que habitualmente contratan las organizaciones es el ejecutivo, centrado en el desarrollo del desempeño profesional.
9 Método y experiencia
Aunque no existe una regla infalible para dar con el mejor coach, la experiencia y el conocimiento empresarial es un grado para poder desarrollar a otros. No obstante, los entrenadores más profesionales completan esa veteranía con programas formativos en los que aprenden la técnica que debe soportar estos procesos. Existen centros y escuelas de negocios, algunos de ellos acreditados para dar el certificado oficial de coach que, en algunos casos, requiere haber realizado un número de horas de coach a ejecutivos. La International Coach Federation (ICF) es uno de los organismos certificadores.
10 No a la cordialidad
Y, si después de todo decides dar el paso y apuntarte al coaching, sospecha si las reuniones que integran el programa se desarrollan en un ambiente excesivamente cordial. Recuerda que no se trata de un charla de amigos, sino de un trabajo de dos muy intenso que persigue un objetivo definido de antemano.