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El emprendimiento y la innovación también ha llegado a los productos financieros y así los pagarés y letras de cambio han dado paso a otros sistemas de pago como el factoring. Lo que define este término anglosajón es un producto de financiación a corto plazo que consiste en una "cesión mercantil" por la que las compañías venden el derecho de cobro a las entidades financieras.
Los contratos deberán ir acompañados por facturas o documentos cambiarios a favor de la entidad financiera. El factoring permite a su beneficiario obtener el adelanto inmediato del importe de las facturas y cubrir el riesgo de insolvencia de los clientes al cien por cien.
Además, conlleva una serie de servicios adicionales que facilitan al empresario, desde clasificar crediticiamente a sus deudores, hasta gestionar cobros e impagos o llevar la contabilidad y control de las facturas, entre otros. Otra de las ventajas que tiene este producto es que las empresas que apuestan por la internacionalización pueden asegurar los cobros que proceden de las exportaciones.
Derecho de cobro
En cuanto a los usuarios de este tipo de productos, se dirigen a todas aquellas empresas que, de manera general, realicen ventas que generen derecho de cobro. El producto, por tanto, está especialmente dirigido a pymes de todo tipo, aunque bien es cierto que aquellas que en su negocio cuentan con un componente de internacionalización tienen cierto valor añadido.
Con respecto a los volúmenes aprobados por las entidades financieras, todas las consultadas coinciden en un incremento progresivo en sus cifras durante los últimos cinco años.