Programa de Apoyo Empresarial a las Mujeres (PAEM)

Diez errores que solemos cometer los autónomos y 'freelances'

09/12/2014

www.elconfidencial.com

 

Hace tiempo que lo de ser autónomo o freelance, por suerte o por desgracia, se ha convertido en una moda casi obligatoria. Ante la persistencia del paro y la precarización del poco empleo que se crea, darse de alta de autónomo se ha convertido en una vía de escape económico para muchos.

Sin embargo, ser autónomo conlleva un perfil muy distinto al del asalariado, con lo que es frecuente que los freelances primerizos cometan algunos errores a corregir cuanto antes. Estos son algunos de los errores que más cometemos:

1.- No saber vender. Admitámoslo: a menos que antes hayamos trabajado en departamentos de ventas, los autónomos no sabemos vender. Ni vendernos a nosotros, ni nuestros servicios. Hay que espabilar y aprender. Si lo primero que piensas hacer es soltar los típicos discursos rancios del señor que vende aspiradores a domicilio, olvídate. Tu forma de vender dependerá del sector al que te dediques, no te puedo dar grandes consejos, pero en serio: tienes que aprender. Por desgracia, lo más probable es que tu talento (que seguro que lo tienes) y tu buen trabajo no sea suficiente para que confíen en ti a ciegas.

2.- Tener complejo de inferioridad. Para algunos empresarios (posibles clientes tuyos), los autónomos somos poco menos que una clase inferior a la que se puede mangonear y explotar. Si un asalariado ya tiene sus necesidades vitales, el empresario explotador (minoría, por suerte) da por hecho que los autónomos estamos aún más necesitados y aceptamos lo que ningún asalariado aceptaría. Huye de ese discurso clasista: vale que puedas negociar tus tarifas, pero ser freelance no te convierte en ningún monigote que tenga por qué aceptar cualquier tipo de condiciones.

3.- Pensar que esto es algo temporal. En línea con el anterior. Hasta hace muy pocos años, los autónomos éramos poco menos que unos quiero y no puedo. Se nos veía como personas que no podían optar a un trabajo "de verdad" y tenían que conformarse con hacer cuatro cosas sueltas. Esta visión ha cambiado en los últimos años, por suerte, pero empieza a volver a raíz de que muchos parados se han lanzado a la aventura del autoempleo. Si buscas un trabajo fijo, efectivamente, ser autónomo puede ser algo temporal. Sin embargo, no lo infravalores: si te sale bien quizá descubras que puedes estar así mucho tiempo e incluso ganar más que un asalariado.

4.- Dar de lado a los clientes pequeños. A muchos nos pasa: un día, de repente, conseguimos un cliente grande que prácticamente nos va a solucionar los finales de mes y nos olvidamos de los clientes pequeños. Esta actitud es comprensible, pero conviene evitarla. Un cliente grande puede salvarte la vida, pero como un día desaparezca la habrás cagado. No infravalores todo lo que te pueden aportar varios clientes pequeñitos.

5.- Pasar de los clientes grandes. Vale, este punto contradice el anterior, pero es que ni tanto, ni tan calvo. Lo bueno de los clientes pequeños es que son ágiles y vas a poder negociar y trabajar con ellos de manera muy rápida y sencilla. Sin embargo, lo bueno de los clientes grandes es que te pueden dar más dinero y mucha reputación. Seguramente sea mucho más lento y pesado trabajar con ellos pero, si lo haces bien, la reputación de trabajar para ellos puede traerte a otros nuevos clientes.

6.- Cobrar en negro. Si acabas de empezar en esto del autoempleo y lo haces por pura necesidad, pues oye, entiendo que cobres en negro. No acaba de entusiasmarme, pero va, si en serio lo necesitas, lo entiendo. Sin embargo, si las cosas te van bien, cobrar en negro no solo no es legal, sino que tampoco es aconsejable. Ya, ya sé que te permite ser más competitivo y ofrecer mejores precios, pero hay dos problemas. Primero, que haces competencia desleal a los demás. Segundo, que las escuelas, las carreteras, los hospitales y demás servicios públicos no se pagan solos, ¿sabes?

7.- Poner un precio por hora. Quizá sea políticamente incorrecto pensar esto, pero para mí es un error creer que el salario de los autónomos (y de cualquier trabajador, en realidad) se mide solo en las horas dedicadas. Hay un ingrediente de la receta que nunca conviene olvidar: el valor generado al cliente. Si a tu cliente le haces un servicio por el que va a ganar dinero durante mucho tiempo, ¿no deberías cobrarle más? Si tienes que hacerle un blog a una multinacional, ¿no vas a crear más valor que si le haces lo mismo a una pyme? Además, la medición del salario por horas también puede ser contraproducente. Si con tu talento y el trabajo de años has conseguido realizar una tarea en la mitad de tiempo que una persona menos competente, ¿por qué has de cobrar la mitad?

8.- Ser un cabezón. Es bastante frecuente. Piensas en un servicio perfecto para ese cliente que tanto dinero tiene, se lo ofreces y no lo quiere. Y lo primero que piensas es: “Este tío es idiota; ¡si lo que le ofrezco es cojonudo!”. En primer lugar, quizá lo que estás ofreciendo no sea tan cojonudo como crees. Y en segundo lugar, vale, quizá sea cojonudo y tu cliente sea realmente un idiota. En ese caso, ¿qué ganas enfadándote? Intenta huir de la frustración ante una negativa. Revisa la propuesta, comprueba que sea un buen servicio y, si efectivamente sigues convencido de que es cojonudo, ofréceselo a otro posible cliente. Cabrearte no te lleva a ningún sitio.

9.- El emprendedor en pijama. Lo reconozco, siento envidia (de la mala, además) de los autónomos que pueden trabajar desde casa y en pijama. Aunque, a decir verdad, son una inmensa minoría. La conveniencia o no de una oficina es discutible, y dependerá también de tus ingresos. Sin embargo, lo de trabajar en casa con el pijama puesto puede no ser tan producente como parece, sobre todo si esto de ser autónomo es nuevo para ti. Si en tus esquemas psicológicos lo de trabajar implica cierta rutina (levantarte, ducharte, vestirte, salir a la calle...), quizá debas evitar lo del pijama, ya que puede generarte un contexto raro y poco productivo. No obstante esto depende de cada cual.

10.- Estar demasiado encerrado. ¿Te acuerdas de lo de no ser cabezón? Pues esto se le parece. Lo malo de trabajar por tu cuenta es que a menudo puedes estar encerrado en tus propias ideas o proyectos sin enseñárselos a nadie. Si tienes colegas de profesión (de confianza, claro) que se dedican a lo mismo que tú, no estaría mal que os contaseis lo que hacéis. A veces, compartir tus ideas con alguien cercano es bueno para ver las cosas con perspectiva.

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