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Uno de los principales inconvenientes a los que se enfrenta la empresa familiar es el de la sucesión. Por un lado, porque son muchos los fundadores a los que les cuesta soltar definitivamente la empresa, queriendo mantenerse en el asiento de director general de por vida. Y por otro, porque una vez asumido la necesidad de un relevo, el proceso de sucesión no se ejecuta correctamente.
En el primer caso, a los fundadores de una sociedad les cuesta casi siempre elegir el mejor momento para abandonarla. El motivo es que cuesta poner fin a la actividad que ha supuesto la vida durante muchos años. Aparecen las dudas y los miedos sobre cuándo será el mejor momento, si los sucesores estarán preparados realmente, y qué actividad se desarrollará el resto de la vida. "Al final es uno mismo el único que sabe el momento de retirarse. La mayor equivocación empresarial que se puede cometer es retrasarlo demasiado", explica la guía 'Cómo afrontar los retos de la sucesión', editada por la EAE Business School, acompañando el lanzamiento al público de su página de recursos online.
La clave para superar esos miedos, explica la guía, es controlar el proceso de sucesión. Para ello hay que seguir tres pasos: 1) gestionar la sucesión con mucha antelación, 2) Preparar el plan de sucesión mucho antes de que llegue el momento de retirarse, y 3) planear una retirada progresiva.
Planificar la sucesión
Una vez que se asume que se va a producir una sucesión, lo mejor es planificarla. De esa manera, se evitan los traumas, tanto para el que deja el puesto como para el que llega; se elige el momento más adecuado, evitando imprevistos o desgracias; y se busca la mejor manera de conservar el patrimonio.
La planificación debe reflejar el calendario, los objetivos (quién va a asumir cada cargo y cada responsabilidad), los posibles obstáculos, y los pasos que habrá que seguir. Una vez planificado, y llegado el momento, toca empezar a prepararlo. Se trata de una fase de tránsito, en el que hay que llevar a cabo todas las acciones previstas en la planificación.
El momento culminante es el del traspaso en sí mismo, en el que se trasladan todos los conocimientos y poderes al sucesor o sucesores. Es el momento clave, y no tiene una duración determinada. Toca comprobar que se están cumpliendo las previsiones, y asumir que los herederos pueden tener ideas propias, que quizá no se compartan, pero que hay que respetar.
Una vez culminado el proceso anterior, toca la retirada. Asumir la pérdida de influencia, y desvincularse del día a día de la compañía.
La siguiente generación
Una persona monta una empresa, de la nada, y se convierte en el motor único de la misma. Con el tiempo, el negocio va creciendo, y hacen falta nuevas personas, que aporten ideas y energía. Esas personas pueden ser los hijos, e incluso los nietos. Cambia la estructura, y toca repartir con los herederos. No todos querrán la misma responsabilidad. Unos asumirán la gestión, otros serán solo accionistas... ¿Cómo se les puede preparar para que dirijan adecuadamente la compañía?
Lo primero es fomentar la cultura de la empresa, para asegurarse de que los herederos se preocupan de desarrollar una visión a largo plazo, una percepción positiva de la empresa, y una voluntad de compromiso.
También es importante la formación. El olfato para los negocios es un talento innato, pero muchos otros valores se pueden aprender, con un buen maestro. Otro aspecto importante de la empresa familiar es la cercanía con e cliente, una virtud que debe recoger el heredero. Debe transmitir su pasión por el negocio cuando habla con los clientes.
Lo mejor para el futuro jefe es conocer el negocio desde abajo, realizando todas las fases. Asimismo, deben formarse en gestión financiera, para desarrollar la capacidad de asumir riesgos financieros de manera controlada, conseguir financiación cuando sea necesario, y mantener a la compañía dentro de la legalidad fiscal.