María Gómez Casas

 

Profesional Innovadora TIC, Gerente de Inword Consultores y Comunicación. Abogada.

Has sufrido discriminación por ser mujer en tu actividad profesional? Varias veces a lo largo de mi trayectoria profesional me lo han planteado y siempre he dicho que no. Es cierto, pude estudiar lo que quise, trabajé cuando aún no había terminado la carrera. Oposité en igualdad de condiciones que los hombres y me incorporé después de la experiencia fallida de las oposiciones al mercado laboral sin demasiada dificultad. He ejercido la abogacía en despachos, como directiva de empresa y ahora como empresaria individual. Y es cierto, no he sufrido discriminación por el hecho de ser mujer. Eso creo o creía.

Esa es la conclusión general. Pero en esta ocasión, no sé si por causas personales o porque veo a las mujeres muy conformistas con el papel que nos dejan jugar, me he replanteado la pregunta inicial. Os voy a contar una serie de “anécdotas”:

En la Facultad de Derecho, con mis apenas 18 años, no podíamos ir a algunas actividades que organizaba cierta Fundación porque éramos mujeres y esa Fundación solo quería contar con la participación masculina. Un profesor, cuando fui a reclamarle una nota de un examen, el primer examen que suspendía en mi vida, después de aclararme lo que él estimaba que había sido mi error, remató diciendo que no me preocupara porque él me suspendiera; que con mi cara y mi tipo, me dedicara a buscarme un novio rico entre mis compañeros. Por entonces cada sábado iba a compartir mi tiempo con niños y jóvenes de un barrio de Málaga, niños y jóvenes que convivían con la droga y la marginación. Quizá, por comparativa, lo mío me parecía insignificante.

Cuando me incorporé a mi primer trabajo, a pocas asignaturas de terminar mi carrera, me sorprendí al ver cómo algunos de mis compañeros hombres me llamaban “niña” cuando tenía más titulación que cualquiera de ellos.

El calificativo de “niña” me ha acompañado a lo largo de toda mi vida profesional, y no me gustaba nada, aunque he de reconocer que he llegado incluso a echarlo de menos. De niña, en ocasiones, pasamos a “chata” o “cariño”. Aunque parezca insignificante, casi siempre se utiliza en un tono o paternalista o de superioridad que hace que tus opiniones parezcan chiquillerías u originalidades, y si dicho calificativo se dice por un compañero delante de tus clientes y de la autoridad judicial… no sé, no me figuro diciéndole a un compañero “chato” o “guapo”.

Qué decir de cuando una niña trabaja en un despacho de abogados. En mi caso, con compañeros hombres. Cuántas veces he sido la secretaria!!! En la duda, los clientes siempre pensaban que ellos eran los abogados y yo la secretaria. Además, a ellos se les llama sin problemas de D. y usted y tú, vuelves a ser María, la niña.

En mi vida empresarial siempre he tenido jefes hombres. He tenido la misma responsabilidad y salario que mis compañeros hombres en la misma situación. Y la misma capacidad de decisión consecuente con la responsabilidad. Aunque en este ámbito también hay algunas curiosidades: si tenías un desencuentro con tus compañeras mujeres, cuidado!, eso es por la celotipia típica femenina; si una decisión no te gusta y la discutes, la cuestión no es: ¿por qué no estás de acuerdo?, sino: ¿tú estás nerviosa?

Con estos mimbres y dado que la definición de la RAE sobre discriminación es acción y efecto de discriminar y discriminar, seleccionar excluyendo o dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, etc., podríamos concluir que sí he tenido un trato desigual por el hecho de ser mujer, si bien no ha tenido trascendencia negativa en mi desarrollo profesional.

Para concluir, he aprendido mucho tanto de mujeres como de hombres en el campo profesional, ya sea positiva o negativamente. El ser hombre o mujer no es garantía de saber hacer en el campo profesional.

María Gómez Casas
María Gómez Casas

  Volver a Sabiduría de Mujer